lunes, 19 de abril de 2010

La iglesia de Copey de Dota

Fue en el año 1862, durante la Administración de José María Montealegre, que se encargó a Pedro Calderón habilitar por contrato una trocha o picada, con el fin de comunicar la ciudad de Cartago y las poblaciones de Térraba y Boruca hacia el Pacífico sur.

El sitio elegido para practicarla fue el Cerro Las Vueltas, al sureste de Santa María de Dota a unos 300 metros sobre el nivel del mar, y que hoy es parte de la Reserva Forestal de la Zona de Los Santos. Declarado como paraje de interés histórico por eso (N° 23243-C, Gaceta N° 96, 19 de mayo de 1994); dicho paso fue en buena medida el origen de la villa de Copey de Dota, último punto habitado de la zona antes de pasar al Valle del General cuando aún no existía la Carretera Interamericana.

Copey -nombre de un pequeño árbol no maderable de la zona- es hoy la cabecera del distrito 3º del cantón de Dota, y está ubicado a unos siete kilómetros al este de Santa María. Rodeado de montañas con áreas de bosque y potreros, en gran parte de los terrenos aledaños se cosechan moras, aguacates y manzanas; pero lo que distingue sin duda a este pequeño pueblo nuestro, es su pintoresca iglesia.

Construida hacia 1928 con gran esfuerzo de los vecinos del lugar, la ermita es una edificación sencilla de fábrica, que como otras del área es construida con estructura de madera y forro exterior de chapa metálica, con un trabajo interior artesanal en tablilla de madera que cubre los paños y también separa sus tres naves con dos muy logradas arquerías en ese mismo material. Esas y otras características apuntan a clasificarla dentro de esa arquitectura victoriana criolla, tan propia de nuestras áreas rurales.

Así, de clara tipología eclesial, su nave central ostenta al frente una sencilla torreta de campanario de base cuadrangular y cubierta piramidal rematada por un campanil, que posee tres óculos circulares y destaca sobre la cubierta a dos aguas. Posee además un modesto pórtico de arcos rebajados, mientras en el resto del edificio, las puertas y ventanas son de arco de medio punto. Más antiguos, a juzgar por sus materiales rollizos, son dos sencillos cuerpos posteriores que completan el contenedor y cumplen el papel de sacristía y confesionario.

En Copey de Dota, el santo patrono es San Rafael Arcángel, hecho de gran relevancia por una particular tradición. Según el textos bíblico, la hiel y el corazón del pez atrapado por Tobías sirvieron para que su padre recuperará la vista y el no muriera al tomar como esposa a Sara, quien había perdido 7 esposos por un demonio. Aquí, frente a la hermosa imagen del Arcángel y el joven Tobías a su lado, la tradición se resume en que quienes toquen la cola del pez gozaran de un buen matrimonio y quienes toquen su ojo mejoraran su vista.

De ese modo, hasta Copey acuden aún hoy en peregrinación quienes con fe desean uno de esos dones; lo que constituye un intangible legado cultural que complementa al legado construido de la vieja, pequeña y bella iglesia, que por esas razones fue declarada patrimonio histórico arquitectónico (Decreto N° 28296-C, La Gaceta N° 239, 9 de diciembre de 1999).

sábado, 3 de abril de 2010

La del Raventós: una esquina con historia

Con un rico pasado, la esquina noroeste de la intersección formada por la Calle Central y la Avenida Segunda de San José, es también, afortunadamente, una de las más retratadas de nuestra historia urbana. Y eso permite seguirle la estampa a una buena parte de su suceder ciudadano, que culmina con la construcción del Teatro Raventós en 1928... cuya historia a su vez, no acaba ahí.

Establecida la Plaza Real de la Villa Nueva de la Boca del Monte de San José, en el actual Parque Central, en 1799 se edificó frente a su esquina noreste la Casa del Cabildo. Fue aquí donde Juan Manuel de Cañas, Jefe Político de Costa Rica, convocó al cabildo josefino el 14 de octubre de 1821, para difundir los documentos llegados de Guatemala y que proclamaban la Independencia de España. Convertida San José en capital, en 1828 las autoridades decidieron destruir el edificio para sustituirlo por otro de cal y canto; pero en 1833 se edificó más bien en el lugar el Cuartel Principal del Estado.

Pasada la Campaña Nacional de 1856-1857, Juan Rafael Mora, Presidente de la República, inició la modernización del Cuartel Principal con una serie de reformas. Pero el viejo edificio de aspecto hispano colonial, protagónico en la afirmación de la nacionalidad costarricense, sería sustituido en su totalidad por un nuevo cuartel de arquitectura apenas neoclásica, a fines del siglo XIX. Así, con la aparición de la agitación social organizada y de las ideas anarquistas y socialistas en las áreas urbanas, la esquina noreste frente al Parque Central, vio cambiar de aspecto al Cuartel Principal.

Previendo su traslado a una posición estratégica en las afueras de la ciudad, en 1913 el Congreso Nacional decidió donar el edificio del Cuartel Principal, a la Junta de Educación de San José. En 1914, el Presidente de la República Ricardo Jiménez Oreamuno, firmó el acuerdo que convertía el cuartel de armas en la Escuela Superior de Varones, luego llamada Juan Rafael Mora. Para su funcionamiento, se abrieron ventanas en los muros del primer piso y se convirtieron en balcones las del segundo; pero los sismos de marzo de 1924 dañaron gravemente el local, y fue necesario declararlo inhabitable.

Seriamente dañado, el edificio de la Escuela Juan Rafael Mora fue alquilado a favor de la misma, a un negocio llamado Depósito de Maderas La Pinotea. Pero en 1926, con el fin de obtener fondos para comprar un predio en un sector de la ciudad más cercano a la población infantil, la Junta de Educación sacó a remate la propiedad frente al Parque Central. Esta fue adquirida por el empresario catalán residente en Costa Rica desde 1905, José Raventós Gual (1879-1931), quien se propuso construir en ella un teatro para que los costarricenses pudieran conocer zarzuelas y operetas de su tierra natal.

José Raventós encargó del diseño del teatro, al costarricense José Fabio Garnier Ugalde (1884-1956), arquitecto e ingeniero graduado en la Universidad de Boloña, Italia. Además de educador y promotor cultural, Garnier era un importante dramaturgo; lo que lo convertía en el profesional ideal para diseñar “a la italiana”, el que sería el Teatro Raventós. El 8 de febrero de 1927 se inició la construcción, que se calcula costó ochocientos mil colones, y estuvo concluida en la segunda mitad de 1928. Para entonces, era el teatro más grande de Centroamérica, con una capacidad de 2250 espectadores.

Construido en concreto armado y mampostería de ladrillo, el edificio fue pionero en el uso de esa técnica. Estéticamente, es un ejemplo tardío de la arquitectura neoclásica criolla, muy libre respecto a los cánones académicos. Sus fachadas son de orden gigante y estética corintia; con un pedestal a escala humana, entre cuyos volúmenes se abren las puertas y ventanas a nivel de acera y, en el segundo piso, balcones balaustrados sostenidos por mascarones se alternan con otras ventanas. Todos los relieves decorativos, de corte modernista, son obra del constructor y tallista catalán Gerado Rovira.

La noche del 7 de octubre de 1928, la Compañía de Operetas de Esperanza Iris presentó la Revista "Kiss me" en una función de gala, con la que se inauguró el Teatro Raventós. El Presidente de la República, Cleto González Víquez, fue el invitado de honor. En 1929 se presentó aquí la primera película sonora de la historia: "Con la Canción en los Labios" (The Jazz Singer) de la Warner Brothers y protagonizada por Al Jolson. Más cine que teatro, en 1960 se le incorporó una nueva galería y una pantalla de cinemascope; pero en la madrugada del 23 de abril de 1967, un voraz incendio terminó con la sala. Diez años después, fue adquirida por el Estado y puesta una vez más al servicio de los costarricenses, como teatro popular.

No obstante, tras la recuperación del imponente inmueble en 1977, la politiquería, la falta de memoria social y la injusticia histórica hicieron de las suyas, y el Teatro Raventós dejo perdido su nombre y el de los hombres que lo construyeron en la liberal San José de entonces: José Raventós y José Fabio Garnier, a quienes estos apuntes quieren ser un tardío pero muy merecido homenaje.