jueves, 20 de noviembre de 2008

Desnudando lo urbano: Juan Carlos Camacho


Hay casi siempre en la pintura del paisaje urbano, un desnudar de lo cotidiano, un despojar de su atuendo a lo que nos rodea diariamente para mirarlo en su ser, y sólo en él. Aunque tomé su distancia, esa mirada es impúdica, mas es quizá esa condición la que le permita al pintor que con ella se haga, descubrir los más íntimos pliegues de una ciudad casi deshabitada, de unas ciudades como las nuestras, desfiguradas por eso en su figurativa corporeidad.

Acuarelista de nota y paisajista de lo urbano por excelencia, Juan Carlos Camacho lleva años en la escena plástica costarricense, años que no han transcurrido en vano si como vano o ventana comprendemos su mirada desde donde mirarnos a nosotros mismos como citadinos y, por qué no, también como ciudadanos. En esta ocasión -“Urbe al desnudo”- con ese tipo de paisaje una vez más como pictórico pretexto, el pintor nos desnuda al desnudar la ciudad que habitamos texto, y por lo tanto, al desnudarnos desde ese habitar nuestro vestido ya de desengaños.

En la muestra, Juan Carlos pasa la mirada como pasa su pincel o pasa esa brocha suya que acuarela el paisaje nuestro, para dejarnos sin ropa, para desarroparnos al volvernos más humanos. Paradoja, pues en su paisaje, sí, ciertamente, puede que faltemos nosotros, nuestras sombras claroscuras, nuestras silentes siluetas, que no nuestra imagen pura, pues la ciudad es el reflejo fiel de lo que imaginamos de nosotros mismos: en efecto, la ciudad nos refleja mientras nos muta y nos transmuta, la ciudad nos habita en el mismo grado en que la habitamos a ella, desnuda de miradas, habituada a nuestra indiferencia por su particular semiótica urbana.

Porque “ciudad” no es sólo una palabra femenina: es mujer ella misma… y la mujer, es sabido, no tolera la indeferencia. Por eso no es extraño que cautive con sus féminos encantos exhibidos al nivel de calle, ni es extraño tampoco que Juan Carlos la mire desde el aire, desde su altura de impúdico añorante, y la descubra más allá de sí misma volviéndose campo de cultivo, valle fértil, horizonte enmontañado de colores, y que sus trazos vigorosos entonces revienten de matices y vuelvan pubis lo que era nube, y nube lo que era cabello al viento de su trazo geometrizado, sea el rural o el urbano. Los desnudos femeninos de la muestra no desentonan por ello, y más bien dan el tono erotizado a una pictórica lectura de la ciudad como cuerpo a descubrir cada vez en su siempre-nueva-esencia, otra vez, como ante una mujer procederíamos tantos.

Juan Carlos Camacho por eso, de riguroso oficio que ha venido decantando en su proceso creativo y existencial parejamente, nos invita a asomarnos hoy a unas ciudades que, como el emperador del cuento, van desnudas, y él, más que a decirlo a los cuatro vientos, nos invita a mirarlas desde ahí en un reflexivo silencio… y yo pienso -desnudo ya- que vale la pena ser su cómplice en esta nueva aventura plástica.