lunes, 6 de septiembre de 2010

Comprando ayotes, de Aquileo Echeverría

¿Cuánto me yeva por éste?
—Treintisinco y es botao.
Repare la clasia y béale
la cáscara y el tamaño
y el peso. Sobre una laja
que tenemos en el patio,
se crió como las craturas,
a sus anchas, bien chiniao.
Blasa le puso cariño dende que lo bido en cuajo,
y hasta la fecha di ayer
ha dormido cobijao:
cuando chiquiyo, con chuicas;
ya de adúltero, con sacos.
Hast’ayer, como le digo,
que bin’un bandido chancho
di un besino, y al bijiar
qu’en Misa Mayor andábamos,
y qu’el perro que tenemos
estaba bien amarrao,
se dio gusto con los seles;
y si a tiempo no yegamos,
se atoya los desasones.

—¿Y diay, nada reclamaron?

—Nada. P’alibio de males
el chanchiyo es del cuñao,
un hombre qu’es malo, bueno
y el mismo patas con guaro.
Blasa me dise: Mirá:
mejor quedate cayao
y pujá pa dentro; es pior
que formemos alegato.
Yo sé que sos di opinión,
por esu es que t’he cuartao.
¿Pa qué lo bás a matar
o pa qué salir matao?
¿Qu’él hirido o bós herido,
u entriambos a dos baldaos?
Pa que diga la gaseta:
“Ayer tarde en el Naranjo,
por custión di unos ayotes
que se comieron los chanchos,
ñor tal por cual y ñor otro
se dieron unos filasos.
¡Que la tierra les sea alebe!
¡Dios los haiga perdonao”!

***

Tenía una mat’e rosas
lo menos d’este tamaño;
parecí’un altar de Corpos;
pos el chanchísimo chancho
me le dió suelo.

—Caramba;
ya yo l’hubiera matao.

—Usté sí pero yo nó.
¿Sabe por qué no le mato?
Porque pa yo qu’ese indino
tiene frutiya y mi aguardo;
ole como los dijuntos;
usa los ojos muy gachos;
tiene las pisuñas suabes
y muy duro el espinaso,
y le dan como tarantas.

—Estará mal arreglao?

—No, le biene de nasión;
al tata lu encanfinaron.

—¿Era también de su hermana?

—No; de Jasinto Camacho.
En jamás de los jamases
en casa ni an uno han criao,
porque Tata los desía:
tengan perros; tengan gatos;
tengan bacas; tengan güeyes;
tengan mulas y cabayos
y gayinas y poyitos
y chompipes y carracos,
pero Dios guarde me traigan
a la casa ningún chancho.
No quiero esos animales
pa nada, ni sancochaos;
y el día que me traigan uno,
por éstas que se los mato...

—Bueno: bolbiendo al ayote
en treintisincu es muy caro.

—Yébeselo por los treinta.

—Sól’una peseta cargo.

—Arréselo; que caray,
y aguárdese y se lo parto;
es q’entero no le cabe
ni a mentadas en el saco.

—¡Yss! tiene las tripas negras
y está muy aguarapao.

—Ya lo bide; no lo yeve...

—Después de tanto cuidalo!...

—..¡Maldita sean los demonios!
¡Para chanchadas, los chanchos!