Réquiem por el Frontón

De dimensiones y proporciones muy precisas, cualquiera que sea la variable del juego que ahí se practique, la cancha cubierta para la pelota vasca se denomina frontón; nombre derivado de la pared corta y alta del local, donde es obligatorio que “bote” la pelota, pared llamada "frontis" precisamente.
Los frontones nuestros. Si bien su práctica no tuvo mayor repercusión popular en Costa Rica, la ciudad de San José contó con dos espacios del tipo indispensable para esa actividad. El primero de ellos, fue el Frontón Beti Jai, que estuvo ubicado en Barrio Amón donde hoy se encuentra la sede del Instituto Tecnológico de Costa Rica y que, según la historiadora Patricia Fumero, funcionaba ya a principios del siglo XX.
No obstante, el Beti Jai servía “indiferentemente para representaciones escénicas, circo de toros y pelota vasca”, para el que se trajo incluso a “pelotaris” o jugadores españoles de ese deporte, con fines promocionales. Pero para 1911, el espacio se reinauguró con el nombre de Gran Circo Teatro, y a partir de entonces fueron los espectáculos de variedades, más afines al gusto de los josefinos, los que llenaron sus butacas.

El Frontón Jai-Alai. Constituida en mayo de aquel año, la asociación que lo erigió tuvo como primer presidente al señor Víctor Lizano; y fue construido por los vascos Ángel y Serafín Makúa, que eran hermanos. El último, que fungió como su arquitecto, había participado ya en la construcción de otros cuatro frontones que mantuvieron relación con este de San José: el de La Habana, el de Ciudad de México, el de San Salvador y el de Ciudad de Guatemala.

Durante los años treinta del siglo pasado, además de juegos de pelota vasca, el Frontón albergó además partidos y campeonatos enteros de la primera división de baloncesto. Empero, hasta donde hay noticia, el Jai-Alai no duró siquiera una década en su función deportiva, pues a fines de la dicha fue convertido en salón de patines, y así se mantuvo por años, en los que también fue alquilado para fiestas y otras actividades, que al parecer incluyeron las reuniones políticas.
Silencio cómplice. Luego, durante la primera Administración Figueres Ferrer (1953-1958), fue convertido en cuartel de policía, al principio como sede de la Tercera Compañía y después de la Policía Militar. La función policial, en cualquier caso, es la que conservó hasta hace apenas unos días, cuando se empezó a demoler con el fin, según la noticia, de dar paso a un mercado donde se reubicará a los artesanos que desde hace años invaden la calle 13 bis, entre avenidas Central y Segunda.
Como vivo “a la vuelta” del patrimonial edificio, mientras escribo estas líneas escucho el repiqueteo del taladro neumático, que acaba con una parte de la historia construida de nuestra ciudad… con una más. Y lo más lamentable, esta vez, es que se trate de una iniciativa municipal, y que contara, además, con el silencio cómplice de quienes se supone -desde instancias públicas y privadas- velan por nuestro patrimonio.
Vayan pues mis letras en tu memoria, Frontón Jai-Alai: el barrio de La Soledad te va a extrañar, con tu juego alegre de antes y el perfil celeste que dejas solo en el aire.
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