Recuerdos del Frontón Jai-Alai
A efecto de colaborar en esta rememoracion al edificio del Frontón, como lo conocimos siempre, me permito hacer algunas acotaciones señalando sí, que sin precisar fechas ni orden cronológico, recuerdo estos detalles que sirven de escolta a los que usted aporta:
a) Mi familia se paso a vivir justo contiguo a la parte de atrás del Frontón, entrando por el Pasaje Curling; aún existente, aunque convertido parcialmente en área de estacionamiento.
b) Ese traslado se efectuó en el año de 1940. Yo tenía dos años en aquel entonces; y para ese tiempo escuchaba rebotar la pelota dura en la pared que daba a nuestro patio.
c) Allí coincidíamos, al vaivén de los pelotazos en esa alta pared, al menos estas familias que circundábamos el edificio por la parte de atrás y los lados, excepción del frente, en donde sólo recuerdo a una sola familia de origen nicaraguense:
Por el este los Barrenechea Ulloa, de de origen vasco; al centro y oeste la familia Poveda Quiros (la nuestra); y en la esquina oeste se encontraban las casas del Prof. Raul Cabezas Duffner (violinista, y su esposa Zoraida Caggiano, pianista); la del abogado y dirigente político Lic. Jaime Cerdas Mora (padre del Dr. Rodolfo Cerdas Cruz), y la de don Ramon Ramírez, padre del periodista y poeta Ramírez Saizar (padre, a su vez, de la escritora Eliette Ramírez).
Descendientes de don Eduardo Beeche Twizk (particularmente me acuerdo de Turico, probablemente Arturo) Don Demetrio, padre de Filadelfo Quirós, esposo de dona Luisa, progenitores de la primera familia campesina desarraigada que conocí, porque la excelente señora pasaba a embarazada año tras año, al punto que nunca alcance a conocer los nombres de todos los hijos, salvo el de Virginia, a quien recuerdo muy bien, porque era muy bonita...
d) En un determinado momento, quizá cuando yo tendria 5 años o un poco más, allí entraría a operar un boliche, porque recuerdo muy bien el clásico sonido de las bolas rodando sobre el entablillado, golpeando las "botellas" (para nosotros) o "pines" (para los entendidos), y luego el estruendo metálico de algún viejo artefacto que las recogía y las ponía en su lugar con un golpe seco. Uno esperaba el nuevo "chuzazo", y aunque al principio no permitía dormir, luego -al hacerse consuetudinario, repetitivo y monótono- mas bien su falta generaba insomnio.
e) Como el boliche, al igual que la pelota vasca, son deportes solo para personas adineradas, pronto el edificio albergaría otra actividad: se convirtió en una fabrica de cerillos (que nosotros llamamos fosforos). Y las altas ventanas que daban al patio de mi casa en su porción norte, fueron tapadas con vidrios que apagaban el ruido dentro de aquel edificio.
Solo de vez en cuando alguna de las muchachas operarias -aprovechando los huecos que dejaron las piedras que tirabamos haciendo "pulso"- se asomaban y nos daban "cuerda" a los chiquillos que jugábamos "bola" o "puro"... y como muestra de cariño nos arrojaban cajillas de fósforos, que sirvieron para hacer más de un incendio en el alto zacate en nuestro patio, para alarma y molestia de los vecinos, o bien en el "potrerillo" situado al frente del Pasaje (conocido como callejón) Curling.
f) El potrerillo ha sido fuente de algunos recuerdos que hacemos Carlos y yo, pues nuestro hermano menor, Alejo, tenia seis meses en la llamada revolución del 48... ya que allí vimos varios sucesos no narrados en las historias que circulan al efecto, y en las que participarían, entre otros los Aymerich, Gonzalez, Woodbridge, Donato, Pochet, Baroni, Curling y Angulo.
f) Como en nuestro país la única fabrica de fósforos que ha tenido suerte en el mercado ha sido propiedad de una familia herediana (les quedo debiendo el apellido), antes de su entrada en barrena, supongo,sin tener certeza que esa fabrica opero allí por un tiempo, hasta que se construyó su sede en la carretera a Heredia, en donde tenían una fuente de agua... fuente que solíamos visitar mi esposa y yo siendo novios... en los años 60...
g) En un determinado momento, en los años cincuenta, cuando ya nos estábamos moviendo hacia otra localidad, allí se instalaría un destacamento de la Guardia Civil, y tan solo recuerdo el olor de las fritangas que se descolgaba por las rotas ventanas traseras de la pared alta, y posiblemente alguna queja hizo que fueran "tapiadas" por completo.
i) Recuerdo igualmente, que en la esquina este del frente del Frontón, se encontraba una pulpería que por largo tiempo fue propiedad de un griego, Andrés Guntanis, que en su enrevesado español nos contaba a los chiquillos historias que nunca sabremos si eran ciertas o producto de su imaginación; pero en mi caso -ciertamente- hicieron que me convirtiera en asiduo visitante de la vieja (y lamentablemente también derruida Biblioteca Nacional), en donde Emilio Salgari, Sandokan, y mas seriamente Papipi, ocupaban mis neuronas.
j) Diagonal a la pulpería llamada justo El Frontón, se encontraba la Botica del Lic. Carlos Alberto Serrano, padre del Lic. German Serrano Pinto, en donde le conocí de pantalón corto, junto a su hermano Carlos. El farmacéutico: boticario, médico, consejero y ameno conversador, solía decirnos a los impacientes chiquillos, mientras nos atendía con gran parsimonia: paciencia piojo, que noche es larga.
k) En efecto, la noche suele ser larga hasta que nos llegue la pelona, como parece que le ha llegado al Frontón, sin que el Ministerio de Cultura, para variar, haya hecho nada por impedir la desaparición de un arquetipo arquitectónico más, en esta San José, sucia, maloliente y dejada, pese a los millones que ingresan a las arcas de la MSJ, y en virtud del desplazamiento de la gente del centro a la periferia.
l) En otros países el "downtown" es objeto de curiosidad turística interna y externa. En nuestro país, uno procura no pasar por esos sitios en virtud de la ingobernabilidad y violencia que se han apoderado de estos otrora pacíficos lugares en donde los pocos habitantes (que no llegábamos a un millón en total), nos conocíamos todos.
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