Villa Pacaca: del jícaro al mercado
En pleno centro de lo que fuera antaño Villa Pacaca y es hoy Ciudad Colón, ondea aún sus ramas al viento un hermoso árbol de jícaro tan antiguo, que según algunos viejos vecinos del lugar podría tener hasta 150 años, si no más.
Es el caso de don Alcides Jiménez, que relata como parte de esa historia el haber albergado bajo su follaje al primer mercado que hubo en la entonces Villa Pacaca: “… en ese jícaro comenzaron a traer todos los vecinos sus productos con carretas y bueyes y aquí vendían todo eso debajo del jícaro. La gente llegaba con la carreta con dulce, con frijoles, maíz, verduras, y ahí comenzaban a vender y vender, y ya después comenzaron a levantar el mercado”.
Por su parte doña Enriqueta Corrales, a sus 101 años, resaltaba como su mamá le contaba que su papá se aprovechaba de la sombra de aquel árbol histórico para vender granizados, y haciendo énfasis en lo que hemos señalado decía: “Ahí fue el primer mercado, había un círculo de piedras y ahí la gente de Guayabo, de Tabarcia y de Jaris traían arroz, otros dulce y a vender así, cosas. Y se sentaban alrededor en el círculo que tenía el jícaro, ponían una mesita y ahí se ponían a vender. Y como la gente se manejaba en carreta o en caballos, la carreta la ponían por allá y los caballos los metían adentro, y por ahí de las 12 del día ya le pagaban una platica a la Municipalidad y ya se iban para su casa: ¡pero ahí fue el primer mercado!”.
“Las señoras vendían tamales, sopa y alguna comida, llevaban unos tinamastes -que son tres piedras para cocinar o calentar- y ahí ponían una olla de hierro grande y cocinaban ellas hasta las 12 del día, y ahí ponían una mesita y unos banquitos y la gente compraba su sopita, su tamal y su café.”
Otro vecino que recuerda el hecho es don Omar Ávila, quien cuenta que: “El mercado comenzó debajo del jícaro, o sea, papá tenía panadería y llevaba una urna todos los domingos y llegaba y lo ponía debajo. Después que hicieron el mercado, una parte pasó al mercado pero siempre debajo del jícaro estaban los caballos”.
Pues en efecto, con el correr de los años la actividad de mercadear los productos propios de la región en Villa Pacaca se afianzó, y eso hizo necesario la construcción -que estuvo lista en 1916- de un rudimentario galerón que la albergara.
Del jícaro al Mercado Municipal
Fue esa vieja construcción la que al parecer fue derribada por las fuerzas de la naturaleza en 1919, circunstancia que recordaba doña Enriqueta: “Una vez vino un huracán, iba a ser el 15 de agosto, y apió el mercado que había, y la gente se lamentó que se cayó el mercado y ¿qué iban a hacer con el 15 de agosto? Que ahí ponían un bailecito popular, iba todo el mundo a bailar al galerón que se llamaba el mercado.”
“Yo estaría como en segundo grado -agrega- y había un jefe político que se llamaba Fulgencio Campos y él dijo: “Hay de todo para el 15 de agosto, va a haber mercado”. A llamar a toda la gente a reunión y les dice “Yo le voy a poner a cada persona una contribución, a unos les voy a poner plata, a otros trabajo y a otros les voy a poner material, todo el mundo va a ayudar para que tengamos mercado el 15 de agosto…”
Y es que esa fecha era bastante importante para la gente del lugar, acostumbrados a celebrar tradicionalmente en ella las festividades patronales y aquellas en honor a las madres, con turnos, bailes y juegos en el mercado. De modo que según doña Enriqueta Corrales, toda la comunidad fue solidaria y las familias colaboraron con lo que tenían a su alcance para lograr el objetivo de aquella construcción para ellos tan importante.
“El caso fue que el 15 de agosto había mercado, entonces hicieron el bailecito, un baile público, antes se usaban mucho los conjuntos, gente que tenía un conjunto con guitarra, violín, dos guitarras y una flauta, se llamaban conjuntos y con eso amenizaban la fiesta, y era gente que sabía tocar y se reunían”.
Aquel era un lugar construido de modo sencillo y abierto para darle distintos usos, era el sitio donde se vendían verduras, frutas y otros productos que se cosechaban en Pacaca y sus alrededores, se vendían también comidas típicas y era el local predilecto para realizar los turnos de la iglesia y de la escuela, y también bailes comunales como el descrito.
Esto porque según el mismo don Alcides: “Estaban distribuidos todos los negocios, dejaban un espacio en el centro, pero ya después se llenó, entonces ya no se podían hacer los bailes, se hacían en un salón. Estaba abierto toda la semana y domingo, había de todo, había refresquería, comedera, carnicerías y verduras, de todo traían de todos los distritos”.
Como se desprende de estos relatos, es muy posible que quienes colaboraron con la construcción del mercado que sucedió al antiguo jícaro, no hayan pensado que este iba a ser, durante tantos años, una fuente de trabajo y de diversión en su pueblo y que pasaría a ser, como el árbol mismo, parte de la herencia histórica local y, por eso, un hito de su patrimonio cultural.
Doble patrimonio y reconocimientos
Ubicado a un costado del viejo Mercado Municipal de Mora, a la vera de lo que fuera un camino de tierra, luego de lastre y después carretera, está aún el histórico jícaro de esta reseña. A su lado se construyó, como dijéramos, primero el Mercado Municipal y luego también la Escuela de Villa Colon, que fue después Palacio Municipal y es hoy Casa de la Cultura del cantón, y por eso podría afirmarse que a la sombra de ese jícaro se desarrolló en Mora la primera población.
Por todas esas razones, el Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) que en el año 2004 entregó por primera vez el Premio al Árbol Excepcional, lo concedió al árbol en cuestión, al gran jícaro (de la especie Crescentia cujete) ubicado en el centro de Ciudad Colón, tanto por sus características naturales como por su importancia histórica para la comunidad.
Se destacó en esa ocasión, que comparado con otros ejemplares de su especie, este jícaro es un árbol notoriamente grande, pues ha alcanzado su tamaño gracias a la permeabilidad y a la riqueza del suelo de Ciudad Colón, al recibir más lluvias que en otras zonas de donde es originario. Asimismo, se recordó que bajo ese árbol de frutos redondeados se realizaron los primeros intercambios entre las poblaciones de Pacaca, Tabarcia, los indígenas de Quitirrisí y la zona de Santa Ana, y que el ser un punto de encuentro lo convirtió en eje, primero, de las actividades económicas de la zona, y luego, de las políticas del cantón.
Por otra parte, el viejo Mercado Municipal construido a partir de 1912 gracias al esfuerzo comunal, vio reconocido su valor patrimonial al ser declarado “de interés histórico-arquitectónico” mediante el decreto Nº 23682-C del 9 de septiembre de 1994.
En la actualidad, y gracias al esfuerzo y gestión realizados por la Asociación de Desarrollo Específica Pro Rescate Histórico, Arquitectónico y Cultural del Cantón de Mora (ADERHAC), así como al aporte del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes a través del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, afortunadamente el valioso edificio se haya restaurado y en uso, para bien de su comunidad.
Y así, el doble patrimonio que junto al viejo árbol de jícaro constituye ese edificio, tiene por delante muchos años más para seguir alimentando la memoria y cultura de ese cantón josefino como lo han hecho hasta hoy.
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