domingo, 5 de julio de 2009

La infinita hoguera de Elliette Ramírez

Escribir sobre un poema, es escribir sobre lo ya escrito. Tratar de decir mal en prosa lo que está bien dicho en verso, es como tratar de escribir en reverso lo no escrito de una página en blanco. En fin, que escribir sobre un poema es casi un sin-sentido.

Escribir entonces sobre un libro entero de poemas, es un literario desatino. Sin embargo, puesto a la tarea con deleite, es una invitación a los demás lo más que cabe hacer. Y en este caso cabe porque a veces hay hogueras que infinitas nos invitan a quemarnos, porque hay poemas que a veces nos llevan de la mano, y con nuestra mano se rescriben a sí mismos para dejarnos amando, queriendo, añorando, deseando ser palabra para pronunciarnos sobre lo sentido en algún momento de nuestra existencia de seres amados, amantes, o por amarse siquiera.

Eso, y no otra cosa, es lo que me provoca comunicarles sobre este libro de poemas de Elliette Ramírez, poeta, mujer y leal amiga a quien leí con suma complacencia en el silencio plácido, que rodea mi existencia de hombre solitario. Porque compañía corporal es esta poesía personal, íntima y sujeta a los vaivenes del ser amante, del haberlo sido y del estar siéndolo de modo simultáneo, porque -dicen- el amor es eterno mientras dura… lo que dura la lectura de un poema -agrego yo.

Y estos poemas en particular, los particulares versos cortos que engarza Elliette en su contundente castellano, son de aquellos que epigramáticos y tiernos, enfurecidos y bellos, sensuales siempre, y siempre honestos en su decir literario, llenaron las calles de la podrida Roma alguna vez. Pero a diferencia de Catulo o de Marcial, la dama Ramírez no es una poeta vengativa, no se ensaña con los amantes que provocaron o pueden hoy provocar su palabra: todo lo contrario, los ama y los canta gozosa, en ese gozo que su letra nos transmite experiencia con total transparencia, no importa si son verticales silencios, claroscuros del alma o desvelos de un corazón que se desvela amando.

Ella sabe cantarlos, ella sabe cantarnos al oído tierno de nuestra inocencia perdida, aquellos encantos que alguna vez fueron nuevos y en su novedad tuvieron sabor a poema en nuestro cuerpo. Le bastan unas cuantas palabras, y dice lo que tantos hemos sentido en silencio… ah, Elliette!!!, amiga!, cómo arden tus poemas en la piel apenas zaherida por la ternura, por la ternura que herida se sublima en tus letras.

Mas ciertamente, y como una recompensa letrada, quiero que sepas que leer tu poesía, una vez rota la ternura -que diría Marín Cañas- sirve para reconstruirnos el alma que dejamos cada tanto en el amar: y tus poemas, amiga, son o pueden ser un bálsamo en ese tránsito dudoso que es la entrega total. Más allá -o más acá- de ello, cual infinita hoguera, tu palabra directa, tu preciso decir, tu verbo rasgado por la experiencia y tu experiencia hecha verbo encarnado, sé de cierto que puede ayudarnos a sanar el alma, al leerte. Por eso, a ustedes, a todos los demás, que son o no son poetas -que eso no importa-, los invito a leer a esta mujer entera en este libro de poemas, que -ya se darán cuenta- son tan nuestros como nosotros mismos y como lo son también nuestros corporales sentidos.

Gracias entonces, Elliette, por tus poemas: ojalá que en esa hoguera tuya tan amorosa, sepamos nosotros ser infinitos, mañana.

(Texto leído en la presentación del libro Hoguera Infinita, Museo Rafael Ángel Calderón Guardia, San José, octubre y 2006)

Elliette Ramírez Alvarado (1939) mostró siempre su vocación por el arte y la cultura, combinando su creatividad de escultora y decoradora con la poesía. Así ha publicado Nostalgia (1996), Simetría del silencio (1998) y Hoguera Infinita (2006). Además, ha sido incluida en antologías tales como El amor en la poesía costarricense (2000), Pícaras, místicas y rebeldes (2005), y el catálogo y libro-arte: La erótika (2006). (Fotografía y texto tomadas del Blog Afinidades Electivas)