Cantinas de San José
“Imagínese, mi buen amigo, le voy a invitar a
que pasee conmigo algunas horas. Usted va
a convivir con nosotros, los entregados al
vicio y al licor. ¿Por dónde quiere empezar?”
Alfredo Oreamuno “Sinatra”
Un harapo en el camino
En una ciudad de “taquillas”, como se llamaba a las antecesoras de las cantinas, no es fácil responderle esa pregunta al que fuera el más exitoso autor de la novela lumpen costarricense, nuestro Sinatra de plebeya narrativa y de voz empalagosa y evidentemente alcohólica, que más que cantar, contó luego sus vivencias en esa, su forma de vida y la de otros tantos.
A tientas por eso, es difícil fijar un itinerario claro a la oscura luz del alcohol, sobre todo en un cuadrante repleto de ellas. Aún así, vamos a intentarlo, vamos a atrevernos con las tan nuestras, tan esquineras o de media cuadra, tan tradicionales como evocativas, tan perdidas como halladas, templos de gozo y perdición báquica que son las cantinas... pues puede que su multiplicidad sea el efecto de esa cultura que muchos prejuiciosos llaman “del guaro”, y su presencia citadina, un rasgo ineludible de lo que otros prejuiciados, también, llaman “nuestra identidad”.
HAGA UN RECORRIDO VIRTUAL POR ALGUNAS CANTINAS JOSEFINAS
Yo en lo personal, nada moralizante y poco dado a las palabras de moda esas, he preferido visitarlas todas, una a una en su inequívoca unicidad de cantina o de bar, de salón o de “chichera”, y aún de prostíbulo disimulado apenas, para conocerlas por sí mismas, sentirlas como mías, vivirlas por un rato y ya está; quise convivir con quienes las viven día a día y no ven en ello -como Sinatra- sino una forma de vida, de vida urbana con todas sus sobrias frustraciones y sus etílicas alegrías, en un país que parece que se olvidó de la ciudad como concepto y de San José como realidad capital.
Para adentrarnos en ellas, como en el Infierno de Dante y de la mano de aquel Virgilio nuestro aquí evocado, he elegido -con cura y con cruda- nueve de esos espacios que delinean a su modo un recorrido circular en nuestras cuadras. “Cantinas de San José” es entonces una forma distinta, nocturna y noctámbula manera para nada distante, de recorrer íntimamente esta urbe nuestra y por los nuestros olvidada... pero siempre recorrible en su ebrio ser, siempre que se empine el codo para brindar por ella y por sus ciudadanos de a pie... ¡Salud! pues: ¡por San José!
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