lunes, 11 de febrero de 2008

Marcus Garvey o el Moisés Negro en Limón

Nacido en 1887 en St. Ann, Jamaica, Marcus Moziah Garvey es uno de los principales idealistas de raza negra. Descendiente maroon, llevaba en la sangre el orgullo y la pasión por la libertad, sueño que su padre, un maestro masón, había iniciado pero no pudo concretar. A los catorce años, Marcus Garvey se va con su padrino y tutor, Alfred Burrowes, como aprendiz de tipógrafo. Es en la imprenta donde comienza a interesarse en los asuntos políticos y sociales, junto a su interés por la lectura transmitido por su padre.

En 1906, Garvey llega a Kingston en busca de mejores perspectivas, donde trabaja como oficial de imprenta y adquiere, además, su primera experiencia en organizaciones laborales, pues en 1908 los impresores se fueron a huelga en demanda de mejores salarios; gestión que no prosperó y Garvey perdió su empleo. Por eso en 1910 se trasladó a Costa Rica, en busca de trabajo.

En ese año, de un barco que acababa de atracar en el muelle de Puerto Limón, desciende Marcus Mozaiah Garvey como un emigrante jamaiquino más. Pero en la plantación bananera de la United Fruit Company, descubre que la explotación y la discriminación contra los negros no es diferente de la que se vive en otros países: hombres que trabajan jornadas interminables, atacados por la malaria o por las serpientes. Y es observando esa explotación, que despierta en el joven negro el sentimiento y el deseo de unir y liberar a los suyos para retornar al África.

Garvey entra a trabajar como reportero con Salomón Zacarías, el editor y dueño de La Nación, entonces el único periódico del puerto, y para el cual realiza varios reportajes. Su labor de periodista lo lleva a involucrarse en las huelgas y los conflictos contra la Compañía Bananera, y a abandonar su puesto de chequeador de horarios en la zona sur de Limón, cerca de Cahuita. Garvey arenga a los inmigrantes afroantillanos a defender sus derechos; sin embargo, pocos días después se ve obligado a abandonar Costa Rica por asumir deudas que no le correspondían.

Al salir de Puerto Limón se dedicó a viajar por Panamá, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Colombia y Venezuela, para observar las condiciones de vida de los trabajadores negros. Con la misma intención viajó a Londres en 1914, y allí descubrió su pasión por la cultura e historia africana. Ahora su interés estaba centrado en los afroestadounidenses. Regresó a Jamaica ese mismo año, convencido de que la unión era la única vía para liberar a la raza negra, de modo que fundó la UNIA (Universal Negro Improvement Association) y la Conservation Association and African Communities League; cuyos objetivos eran promover el espíritu, la dignidad y el amor por la raza, ayudar a los necesitados, la educación en todos los niveles para los niños y jóvenes negros y establecer intercambio comercial e industrial con todos los países del mundo.

Luego en 1916, Garvey emigró a los Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York, y en 1919 en Harlem emprendió lo que sería su gran proyecto: fundar una compañía naviera, la Black Star Line, que transportaría al África a los negros del mundo entero. Cientos de personas, con sus ahorros en mano, aguardan su turno para comprar acciones de la corporación. La Fiscalía de los Estados Unidos no ve con buenos ojos el negocio y advierte al líder negro que eso es un fraude.

En la comisión legislativa con sede en Nueva York y encargada de investigar la sedición, Edgar Hoover trata de convencer a los congresistas de que Garvey es un manipulador de conciencias, un vividor y el agitador más prominente de la ciudad. El Congreso destina así un millón de dólares a investigar y desestabilizar el movimiento de Garvey.

A su vez, Garvey funda también el semanario Negro World, que en Costa Rica ve prohibida su distribución, pues según la Compañía Bananera "infunde insatisfacción en los trabajadores". Mientras, el movimiento provocado por la UNIA y su empresa naviera despierta la paranoia anticomunista estadounidense, y Garvey responde: "cuando un blanco se propone hacer negocios le llaman mercadotecnia; cuando un negro lo intenta, lo llaman invasor".

Es entonces que la Black Star Line pone a surcar su primera estrella negra sobre los mares: un viejo barco algodonero sobreviviente de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo no es suficiente la buena intención y hace falta conocer el negocio, pues el Yarmouth, primer barco adquirido, es una chatarra que requiere una fuerte inversión monetaria antes de surcar los mares. No obstante, en noviembre de 1919 el Yarmouth, rebautizado con el nombre de Frederick Douglass (líder afroamericano en la abolición de la esclavitud) inicia su viaje hacia el Caribe, en una gira de propaganda que incluye Cuba, Jamaica, Panamá y Puerto Limón.

En este último puerto, preocupada por la efervescencia de los trabajadores bananeros, la Compañía Bananera pide a las autoridades que bloqueen el desembarco del Frederick Douglass. Pero en abril de 1921 realiza otra gira por el Caribe, en el momento más importante de su carrera, pues tiene reunidos a seis millones de seguidores en todo el mundo y ha sido investido como Presidente Provisional de África; y en Limón es recibido de manera apoteósica en el hoy estadio de fútbol, que entonces era una plaza abierta. La Compañía Bananera mantiene un doble juego con el movimiento de Garvey: por un lado brinda facilidades para que los trabajadores bananeros se concentren en Limón y por otro crea divisiones entre los sindicatos y la UNIA.

Pero en los Estados Unidos, donde Garvey se asienta definitivamente, hay demasiados conflictos de interés en juego. El jefe del FBI y la Fiscalía de los Estados Unidos realizan numerosas maniobras para frenar los movimientos de agitación racial y el ascenso de los partidos comunistas, ante el triunfo de la revolución soviética. Por la capacidad de convocatoria de Garvey, su movimiento es uno de los más temidos y perseguidos, pues para 1920 la asociación contaba con más de 1100 oficinas en cuarenta países y mantenía contacto con líderes en el Caribe, Centroamérica y África.

El espionaje a que se ve sometido el movimiento surte efecto, y en enero de 1922 arrestan a Garvey, acusado de usar el correo para propósitos fraudulentos, mas obtiene libertad condicional. Las audiencias del juicio por fraude se inician en mayo de 1922, sin ningún abogado, treinta testigos y muchos intereses en su contra. El 23 de junio de 1923, es condenado a cinco años de prisión. Al salir del juzgado dice:

“Traté de existir en el mar. Fundé una naviera. Quise soltar las amarras y los barcos me ataron. Me obstiné en llevar a los míos a la otra punta, pero me resistí a hacerlo solo. Hubiese sido tan fácil hacerlo solo. Inventamos tantas cosas y fuimos incapaces de inventar algo contra la mala fe y la mezquindad. Quizá no estamos preparados para la grandeza. Nos faltó mística, tenacidad y convicción.”

La historia del movimiento sin embargo no acabaría con la detención del líder, la semilla estaba germinando. Entre otros, Daniel Roberts y Charles Bryant en Limón, se encargarían de preparar el terreno para fundar el Liberty Hall, la división número 300 del movimiento de Garvey, el salón que hoy todos conocen con el nombre del Black Star Line y que ha sido tan importante para la comunidad a lo largo de todo un siglo.

En 1927 Garvey fue deportado a Jamaica, e invirtió entonces todos sus esfuerzos en consolidar la UNIA como una organización mundial. Después se dedicó a escribir y a pronunciar discursos. Murió en 1940 en Inglaterra y a él se debe la famosa frase "África para los africanos".


Fuentes: www.infocaribean.com / www.africawithin.com
El Negro en Costa Rica. Carlos Meléndez / Quince Duncan.
Editorial Costa Rica, San José, 1976.

lunes, 4 de febrero de 2008

San José: casa y palacio

De la misma manera en que por razones políticas y urbanísticas obvias, nuestra Casa Presidencial debería estar en uno de los cuatro distritos centrales que componen el Casco Histórico de la ciudad capital -y conformar así un Centro Cívico junto a los demás Poderes de la República-, la Municipalidad capitalina debería tener su sede muy cerca de allí.

Porque, seamos ciudadanamente francos, ni las oficinas de la difunta FERTICA son una Casa Presidencial, ni Zapote es del todo centro de San José; de manera similar otra vez, que la “calle del Cementerio” tampoco lo es, ni el edificio “José Figueres Ferrer” que alberga a la Comuna josefina es el ideal -ni por su ubicación ni por su disposición funcional y estética- para realzar como debe de ser, la dignidad y la imagen que su papel central en el devenir del metropolitano cantón y de toda la nación le imponen.

Por esa razón, a mi juicio ciudadano y profesional, la iniciativa de la Alcaldía de San José que pretende convertir el viejo edificio de Correos y Telégrafos en Palacio Municipal mediante un canje con su propietario, plausible y visionaria, es también política y urbanísticamente deseable, además de viable y oportuna.

Levantado en concreto armado por la “English Construction Company” de don Wenceslao de la Guardia entre 1914 y 1917 durante la Administración González Flores, y diseñado por el destacado ingeniero-arquitecto catalán aquí radicado Lluis Llach Llagostera (1883-1955), el emblemático “Palacio de Correos” es sin duda alguna uno de los edificios capitalinos y patrimoniales más bellos y mejor conservados; lo cual es casi un milagro divino en una ciudad que se ha desecho voluntaria y descreídamente, de la mayoría de los testimonios de su pasado perfil urbano.

El Palacio de Correos y Telégrafos es un edificio “ecléctico”, o sea, perteneciente a esa corriente arquitectónica donde se mezclaban distintos lenguajes plásticos, pero presididos todos por el riguroso orden geométrico establecido norma por la arquitectura neoclásica. Así, el de Correos es un edificio que sigue el esquema simétrico neoclásico que dictaba la Escuela de Bellas Artes de París entonces, es decir, un destacado cuerpo central para albergar el gran vestíbulo al que se entra por tres arcos guarnecidos por portones de exquisita forja, alas idénticas a ambos lados para las secciones de oficinas, con patios centrales y techados cada una y, rematándolas en sus extremos y para realzarlas, sendos torreones, en este caso culminados con cubiertas "en mansarda".

Sin embargo, su esquema neoclásico de planta, volumetría y otros elementos de fachada como los balcones balaustrados de las alas o los frontones de las ventanas del segundo piso y los arcos de medio punto de las del primero, conviven con una decoración y una simbología plenamente modernista, donde predominan los lazos y las volutas, los profusos motivos florales en paños y frisos, y los escalonamientos en las ventanas del cuerpo central y los torreones. Mientras, desde los medallones de estos últimos en segundo piso, es una figura mitológica la que observa a los transeúntes: la del dios grecorromano Hermes o Mercurio, patrón del comercio y de las comunicaciones internacionales, razón por la que en los medallones del primer nivel hay mundos alados a la mejor estampa "art nouveau", como también se le conoce al modernismo.

Junto a todo ese decorado, sobre el arco rebajado que culmina el volumen del vestíbulo, flanqueado por dos querubines, el escudo de Costa Rica preside toda la composición sobre el balcón central, en una talla del mismo maestro Llach, que dirigía así estrechamente la construcción junto a su Maestro de Obras, el joven y luego connotado arquitecto escolar del período liberal, José María Barrantes (1890-1966).

De modo que con el posible cambio de vocación y de significado icónico de este inmueble lleno de historia y de gran valor plástico, no sólo se realizaría su restauración arquitectónica y simbólica a la vez, sino que el Municipio pasaría a liderar así el proceso de rescate de edificios de interés histórico que viene dándose ya poco a poco en la ciudad, impulsado en buena medida por la Iglesia Católica y por el Ministerio de Cultura, pero también ahora desde esa instancia comunal como parte fundamental de la regeneración urbana y humana que es desde hace años su loable meta final.

Mas precisamente por lo anterior, es claro que el acierto de esa visión urbana estratégica, requiere en la práctica del ser tácticamente asertivos en la misión negociadora que se impone por ella, y por eso es de desear que se consume favorablemente para ambas partes y cuanto antes, la negociación con la empresa postal; mientras se envíe a la vez a la Asamblea Legislativa un sólido proyecto de ley, lo suficientemente bien justificado y tan diáfano en sus razonamientos y en sus propósitos ciudadanos, como para ser digno y pronto de aprobar. Que por lo demás, la inversión que prevea hacer la Municipalidad en el edificio –con cooperación internacional o sin ella- no importaría tanto, en relación con la ganancia simbólica para San José... porque las urbes no pueden ni deben vivir al margen del símbolo visible y concreto de los monumentos que encarnan el poder civil.

Ubicado en pleno corazón urbano, con los decorativos aires modernistas descritos, como que fuertemente inspirado en la ecléctica Aduana de Barcelona (1896-1902) de Enric Sagnier, el vetusto y monumental edificio que otrora fuera el Palacio de Correos de Costa Rica, posee así las características arquitectónicas y urbanas de ubicación cardinal, de espacio físico y de funcionalidad, de distinción escenográfica y de dignidad histórica y material, como para convertirse en el Palacio Municipal que ésta ciudad en proceso de volver a serlo de nuevo, se merece con creces desde hace muchísimo tiempo.

Soy del parecer además, de que en este doble y trascendental tema urbano, no debemos los costarricenses olvidar ni por un instante, que detrás de la deseable ubicación geográfica y material de la Casa Presidencial -sede del Ejecutivo- como en la del Palacio Municipal -sede del Cabildo-, hay también un trasfondo histórico de fuerte peso moral. Porque en las luchas civiles de 1823 y 1835 por la capitalidad, se derramó sangre hermana para que San José fuera lo que es, mientras que su Municipio se convirtió por eso y a la postre, en la base del Estado Nacional que construyó desde ésta capital, lo que para bien y para mal somos hoy como país.

Igualmente desde aquí, se construirá lo que seremos en adelante. Así que sin dejar de lado el “costo-oportunidad” urbano del traslado dicho, bien haríamos además en pensar desde ya a la ciudad capital como casa y palacio de nosotros, josefinos y ciudadanos todos, y no sólo como la sede puntual de nuestros temporales gobernantes, que históricamente debe ser también.